Hace tiempo pagamos una membresía en una página de contactos swingers. Entre las ofertas de navegación, ese portal ofrece un chat poblado casi en su totalidad por singles en busca de que alguna pareja les brinde oportunidad para hacer algo con ellos. Pese a que nosotros no buscamos ningún chico solo para trío, lo cierto es que en esa y otras ocasiones pude encontrar algunas charlas interesantes.
Entre ellas las de un single cuyo nombre nunca supe pero al que llamaré el Moderno Nepomuceno, quien me relataba sus desventuras del fin de semana anterior: Me contó que en ese chat había contactado a una pareja, quien después de fiscalizar las medidas de su pene mediante unas fotos que tuvo que enviarles lo habían citado en un hotel para tener un encuentro sexual.
- El esposo me exigió fotos de cuerpo entero, vestido y desnudo. Así como tomar una foto de mi pene al lado de una regla para poder comprobar mis medidas. Después de eso, me citó en el hotel donde previamente estaría con su esposa. Me dijo que cuando estuviera en la recepción le marcara y así lo hice. Él bajó enseguida y me pidió que le repusiera lo que habían pagado por la habitación. Además me había pedido una botella de whisky y un regalito para su esposa. Yo llevé la botella, no de whisky, pero sí un baby doll-.
El Moderno Nepomuceno continuó:
- Cuando subí a la habitación me di cuenta que la foto que ellos habían subido a su perfil o bien era photoshopeada, o era una foto que se habían tomado mucho tiempo atrás, porque cuando llegué y la vi, la esposa tenía algunos kilos de más. Pero eso no fue todo: además, en la habitación estaban otras 4 botellas de whisky y otros cuatro singles que se iban yendo conforme la esposa los iba despachando. Yo tardé unos 40 minutos en irme y fui el último. No sé si llegarían más después-.
El autor Federico Andahazi en su libro Pecar como Dios manda: Historia sexual de los argentinos, documenta (en el capítulo 9: Maridos y Proxenetas) que en 1630, en la Argentina Colonial, un sujeto llamado Nepomuceno de Alvarado fue a una botica a pedir algún consejo para su vigor sexual. El boticario y su bella mujer llevaban tiempo esperando una víctima caliente y dispuesta, de modo que el dueño de la botica encontró en Nepomuceno al candidato ideal para que su esposa lo sedujera.
Atacado por dos flancos, mientras la mujer ordeñaba la cartera del pobre single con detalles y caprichos, Don Nepomuceno cada vez iba con más frecuencia a la tienda, inventando dolencias para justificar las visitas. En respuesta a ello, el marido recetaba al Donjuán laxantes en lugar de remedios hasta que ambos acabaron con el patrimonio del pobre Sancho.
Tarde se dio cuenta el amante que en cualquier tiempo, mantener una relación como la que tuvo resultó mucho más costosa que una esporádica visita a una sexoservidora profesional.
Y es que pareciera que desde 1630 a la fecha hay cosas que no han cambiado ni cambiarán, y la prostitución institucionalizada se ha ramificado en dinámicas domésticas y a cuyos protagonistas les sigue ofendiendo el término. Y sin embargo, creo que si existen este tipo de dinámicas es porque también hay singles acostumbrados a consumirlas.
Mientras seguía chateando con el moderno Nepomuceno, en mi cabeza rondaba lo paradójico que resulta que el engañado no haya sido el marido, sino el mismo adúltero. Y cuando ya creemos que somos dueños de nuestra sexualidad, muchas veces descubrimos que somos esclavos de una tradición, de costumbres, de una herencia:
-Bueno, pero entonces si tuviste esa mala experiencia, ¿qué haces aquí de nuevo? – le pregunté.
Y casi casi sin pensar escribió su respuesta:
-Pues ya ves, aquí buscando qué sale. Nomás que si ahora me piden algo, lo único que llevaré será un six de chelas…digo, a menos que el cuerpo de la vieja amerite otra botella de vino.